Mi cuerpo se estremece-se eleva, mi corazón suda y sonríe, me lleva a la semana, reducida en un día, que conocí la intensidad totalmente brillante, en todo su resplandor, empapada de verde, ¡pero de corazón! con antifaz negro-intimidante, totalmente sensible y amante del vino. Ese día-semana se evaporó con el humo del balcón sumamente pesado, escurriendose entre las paredes cargadas de espesas discusiones que llegaron inesperadamente, yéndose del mismo modo, con todos los recuerdos, flotando, rondando mi cabeza, haciendo una danza enigmática con sus remolinos, así, marchándose tan rápido como llegó.